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b) La explicación de esta evolución está en la desigual distribución de los
ingresos del capital, los de los autónomos y la notoria reducción de los que fueron
generosos beneficios sociales que dispensó el estado de bienestar (los hogares
recibieron el 27% del PIB en 1995 y un 16% en 2008.
c) La mayor concentración de las rentas del capital, hecho que explica un
13% de la desigualdad. Si la comparación se hiciere en términos de riqueza, y
acorde a la fórmula que utiliza Credit Suisse, que expresa la diferencia entre el
valor de los activos, incluida la vivienda, y las deudas del individuo, España, por
ejemplo, estaría entre los países más ricos del mundo, con un valor de la mediana
de la riqueza en el entorno de 52.223 $ por persona, y, sin embargo, Suecia, con
una renta per-cápita casi el doble que la española, presenta una riqueza mediana
de 57.433.Concluye Nieves que si la comparación se hiciere con el Índice de Gini –
que significa un valor de 0 / 100 para estimar un reparto igualitario / o una
asignación unipersonal, Suecia presentaría un valor de 80,9 frente al 67 español.
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3.8. OTRAS POSICIONES
Por último, no hemos de olvidar que, en muchas ocasiones, al analizar el
problema de la desigualdad, nos fijamos más en datos (como que 10 millones de
personas absorban el 70% de la Renta Nacional o que el 10% de la población se
hagan con el 56% de la riqueza) representativos de la desigualdad, que en las
consecuencias de la política económica practicada, que nos conducen a esta
brecha en la distribución de la riqueza que se observa en España. Nos
olvidamos de la importancia de un razonable modelo productivo, que no tenemos,
puesto que el existente está basado en el protagonismo del sector de la
construcción y del turismo, olvidándose de la importancia potencial de la actividad
agroalimentaria, de la industria y algunos subsectores del de servicios,
habitualmente con mayor tasa de productividad y generación de empleos estables.
La ampliación de servicios básicos, infraestructuras, las ayudas al emprendimiento
empresarial; el fomento del comercio exterior, superando la vieja idea de que
nuestro mercado es de 46 millones de personas, cuando tenemos un enorme
potencial, accesible incluso a la pequeña y mediana empresa, que nos permitiría un
crecimiento de las exportaciones por encima del 5% que acreditamos ahora;
facilitar la llegada de inversores extranjeros a España, que podrían utilizar nuestra
localización para expandirse en otros lugares, etc. , y, siempre, la racionalización
del sector público, con varios niveles de Administraciones que generan una falta de
eficacia y representan un coste que España no puede permitirse. Uniendo a todo
ello, un verdadero empeño en la mejora de la enseñanza y la formación
profesional, que permitiera mejorar de manera efectiva el nivel de capacitación de
nuestra población activa, y, en particular, la de los más de tres millones de jóvenes
que demandan un empleo.
Un programa que recogiera estos ingredientes permitiría a España, dentro
del mundo global y competitivo en el que estamos inmersos, superar el atraso que
padecemos desde hace varias generaciones, mejorar la igualdad de nuestros
Reflexiones y perspectivas sobre la desigualdad social |l243

