Page 17 - Historia "nobelada" de la Genética
P. 17
Hacia la misma época y a no muchos kilómetros de Brünn donde residía Mendel,
Friedrich Miescher, trabajando en el laboratorio de Hoppe-Seyler de la Universidad de
Tübingen, escribía en octubre de 1869 (aunque el artículo apareció publicado en 1871) el
trabajo en el que se describía la “nucleína” como una substancia ácida “rica en fósforo”
contenida en los núcleos (de ahí su nombre) de las células de pus y otros tipos de células
(levaduras, riñón, hígado, testículos y glóbulos rs nucleados). Sin embargo, Miescher no
pudo aislar el ácido nucleico en forma pura pues la “nucleína” tenía un 70% de proteínas.
Fue Richard Altmann quien en 1889 lograba separar por vez primera las proteínas de la
“nucleína”, llamando a la otra substancia ácido nucleico. Por su parte, diez años después de
que Miescher aislara la “nucleína”, Albrecht Kossel (1893, 1894) iniciaba los estudios
químicos de la “nucleína”, descubriendo que contenía las bases púricas adenina y guanina
y las bases pirimidínicas timina y citosina, así como un azúcar que más tarde fue
identificada por Levene y Jacobs como D-ribosa. Sin embargo, el mismo Levene encontró e
identificó el azúcar 2’-desoxi-D-ribosa propia del ácido desoxirri-bonucleico. Kossel recibió
el premio Nobel en 1910 “por sus trabajos sobre las substancias albuminoides, incluyendo
las nucleínas, que han contribuido al conocimiento de la química de las células”.
El trabajo de Mendel y el trabajo de Miescher tienen en común que, no sólo ambos
representan el punto de arranque para contestar las dos preguntas fundamentales de la
Genética (las leyes de transmisión y la base molecular de la herencia), sino también el que
fueron olvidados o minusvalorados en su tiempo. Sin embargo, así como el trabajo de
Mendel dio lugar, tras un periodo de treinta y cinco años de oscuridad, a una gran actividad
científica encaminada a verificar sus conclusiones y plantear nuevas hipótesis que
condujeron al establecimiento definitivo de la nueva ciencia a través de la Teoría
Cromosómica de la Herencia, el trabajo de Miescher resultó de interés para un pequeño
grupo de bioquímicos, pero no generó, ni mucho menos, una ulterior investigación masiva.
Como señala Glass (1965), la ceguera de los científicos para no ver el significado de una
substancia química tan especialmente limitada al núcleo de las células e, incluso, a los
propios cromosomas perduró hasta 1944 en que Avery, Mac Leod y McCarty identificaron
el ADN como el “principio transformante” de Griffith en el fenómeno de transformación
bacteriana.
HISTORIA “NOBELADA DE LA GENÉTICA” (1900-2016) 17