Page 100 - Anales vol 2 nº1 2017
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Merece la pena poner en relación estas palabras con las dos últimas
voluntades contenidas en el testamento de Alonso Quijano. La primera es la
advertencia para la sobrina: que no case hombre aficionado a los libros de
caballerías, y si lo hace, quedará desheredada . En segundo lugar, la petición de
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perdón a Avellaneda, el impostor, para reivindicar de forma definitiva su verdadero
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don Quijote .
Rebatir la obra del falsario Avellaneda forma parte del propósito negativo
de la obra cervantina, de su invectiva contra los libros de caballerías. Ahora bien,
no se han de olvidar estos otros dos propósitos de signo positivo: el que va puesto
en el prólogo del libro, a saber, engendrar «el libro más hermoso, el más gallardo y
discreto que pudiera imaginarse» (Prólogo, 9), y el indicado al comienzo de la
segunda parte, esto es, dar a los lectores una tal historia «del más gustoso y menos
perjudicial entretenimiento (…), porque en toda ella no se descubre ni por semejas
una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico» .
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Me agrada y convence el breve juicio que esbozó en la segunda mitad del
siglo XVII el reconocido y erudito bibliógrafo Nicolás Antonio, para quien la novela
cervantina es «festivísima invención de un héroe, nuevo Amadís a lo ridículo, que
agradó tanto que oscureció todas las bellezas de las antiguas invenciones de esta
clase, que, por cierto, no eran pocas». Levanta así acta, con una cierta nostalgia, de
la desaparición de la literatura caballeresca, de un género que constituye una de
las manifestaciones más fascinantes de la novelística imaginativa e ideal.
Ahora bien, también es verdad que en el escrutinio de libros del hidalgo se
libró del fuego purificador la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, «el
mejor libro del mundo», pues «aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en
sus camas, y hacen testamento» , como hizo nuestro caballero andante convertido
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al final de sus días en «Alonso Quijano el bueno» . Hasta ese momento el lector
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solo ha conocido al personaje en el que se confunden el culto y prudente hidalgo
41 Lib. II, cap. LXXIIII, 1334: «Iten, es mi voluntad que si Antonia Quijana mi sobrina quisiera
casarse, se case con hombre de quien primero se haya hecho información que no sabe qué cosas
sean libros de caballerías; y en caso que se averiguare que lo sabe y, con todo eso, mi sobrina quiere
casarse con él y se casare, pierda todo lo que he mandado, lo cual puedan mis albaceas distribuir en
obras pías a su voluntad».
42 Lib. II, cap. LXXIIII, 1334: «Iten, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte
les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de
Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan
encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tanto y
tan grandes disparates como en ella escribe, porque parte desta vida con escrúpulo de haberle dado
motivo para escribirlos».
43 Lib. II, cap. III, 712.
44 Lib. I, cap. VI, 90-91.
45 Lib. II, cap. LXXIIII, 1337: «Dadme albricias, buenos señores, de que yo ya no soy don Quijote de la
Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de “bueno”. Ya soy
enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las
historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron
haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino».
100| Santiago Madrigal Terrazas