Page 96 - Anales vol 2 nº1 2017
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contra el mal, para «favorecer y ayudar a los menesterosos y desvalidos» , para
«desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas» , siempre movido por un
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ansia insaciable de gloriosas aventuras. Una de las virtudes del caballero es, junto a
su valentía, el sentido de la justicia, a veces exagerado y desquiciado. Todos esos
esfuerzos y sacrificios son ofrecidos por él a una dama, para conseguir y acrecentar
su amor.
Martín de Riquer escribe al respecto: «La lectura de los libros de caballerías,
principalmente el Amadís de Gaula, impresionó de tal modo a determinados
lectores, que llegaron a creerse que la ficción era la historia verdadera» . De ahí a
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la locura hay un trecho corto, que es el camino recorrido por don Quijote, que ha
llegado a perderel juicio leyendo tales libros. En el famoso capítulo sexto el cura y
el barbero, contando con la colaboración de la sobrina de D. Quijote, proceden a
expurgar de estos libros la biblioteca del hidalgo.
La segunda parte de la novela vio la luz en 1615, diez años después de la
primera, con el título El ingenioso caballero D. Quijote de la Mancha. Como es
sabido, entretanto se había producido la publicación, el año anterior, del llamado
Quijote apócrifo, o de Avellaneda, que,—siguiendo la hipótesis de Martín de
Riquer—, habría que denominar «el Quijote de Jerónimo de Passamonte» . Con
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habilidad y maestría Cervantes prolonga en el segundo volumen de su obra la
ficción y la historia a través de conspicuas referencias a la primera parte y a la
continuación del apócrifo de Avellaneda. Así, ha puesto en boca de don Quijote una
recapitulación de sus andanzas, resaltando el éxito extraordinario que había
conseguido entre los lectores:
«Salí de mi patria, empeñé mi hacienda, dejé mi regalo y entregueme en los brazos de la
fortuna, que me llevasen donde más fuese servida. Quise resucitar la ya muerta andante
caballería, y ha muchos días que tropezando aquí, cayendo allí, despeñándome acá y
levantándome acullá, he cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo viudas, amparando
doncellas y favoreciendo casadas, huérfanos y pupilos, propio y natural oficio de caballeros
andantes; y así, por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas, he merecido andar ya en
estampa en casi todas o las más naciones del mundo: treinta mil volúmenes se han impreso
de mi historia, y lleva ya camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo
remedia. Finalmente, por encerrarlo todo en breves palabras, o en una sola, digo que yo soy
don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamada el Caballero de la Triste Figura» .
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Quedamos así situados ante el tema propio del libro: «Todo él —dejó escrito
Cervantes en el prólogo— es una invectiva contra los libros de caballerías, (…), ni
tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano y lo divino, que es un
21 Lib. I, cap. XVIII, 206. En otro pasaje la profesión de caballero andante se orienta a «favorecer a
los necesitados de favor y acudir a los menesterosos» (Lib. II, cap. XXVII, 938).
22 Lib. I, cap. IX, 117.
23 Para leer a Cervantes (Barcelona 2003) 31.
24 Ibíd., 389. Véase: A. MARTÍN JIMÉNEZ, El Quijote de Cervantes y el Quijote de Avellaneda: una
imitación recíproca (Alcalá de Henares 2001).
25 Don Quijote de la Mancha, Lib. II, cap. XVI, 821.
96| Santiago Madrigal Terrazas