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por las sensaciones actuales y comparados con ellas; tercero, la activación
atencional, que permite el análisis cognitivo de la circunstancia.
Es de hacer notar que en la especie humana la preliminar percepción
sensorial sobre el otro tiene una función psicodiagnóstica. La psicología constata
que “la primera cognición social es el reconocimiento de emociones, es decir, el
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diagnóstico sobre el estado anímico de la persona” . Quiere esto decir que lo previo
que se valora al ver a alguien no es su talento ni su belleza ni otras cualidades, sino
su estado de conciencia, si es consciente, si tiene autocontrol, en suma, si es
peligroso. Esa evaluación prioritaria de la peligrosidad debe tener componentes
filogenéticos de supervivencia.
La percatación inicial de una situación o cualidad externa lleva,
posteriormente, al conocimiento interno del propio yo; por eso se ha entendido
la conciencia como percepción del mundo exterior e interior, del yo por sí mismo.
De ahí que quepa clasificar la conciencia como lúcida u obnubilada, objetal o
autoconciencia, sensitiva e intelectiva, reactiva o reflexiva, activa o pasiva,
dependiente o independiente, realista o experimente, directa o refleja, e
intencional o no intencional. El finalismo, el objetivo y especialmente la atención
y la intencionalidad son elementos constitutivos de la conciencia.
Desde un punto de vista darwiniano la conciencia es fundamentalmente
perceptiva y conduce a la adopción de conductas bio-psicológicamente
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adaptativas. Es un producto de la evolución que, por aplicación del método
ensayo/error, permite establecer conexiones causales y anticipar predictivamente
los resultados de nuestras acciones. Supone un gran avance evolutivo sobre los
mecanismos estimulo-respuesta instintivos característicos de etapas anteriores.
Se afirma que la conciencia es nuestro caracterizador principal como
especie y que nos configura como seres humanos. Eso es cierto, sin menoscabo
de que lo sea también la existencia de algún tipo de conciencia en otros animales
como determinados mamíferos y primates dotados de capacidad cognitiva e
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incluso comprensión simbólica .
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Moya, M. (1999) en Psicología Social, Morales, J. F. y Huici, C., coords. Madrid: Ed. Mc Graw-Hill, p. 34.
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La conciencia empieza a formarse, progresa y se desarrolla en el contexto de la evolución general y humana con la
interacción social para una actividad finalista laboral grupal, por ejemplo la depredación.
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El problema está en determinar qué seres vivos tienen algún tipo de conciencia y dónde se encuentra el límite.
Se ha apuntado en primer lugar, que los animales saben, pero no saben que saben, a diferencia del humano que
es consciente de sí mismo y de su conocimiento. En segundo lugar, se ha caracterizado el homo como faber (por
su capacidad instrumental, pre-técnica, de modificar y utilizar las cosas), y, por último, se considera al lenguaje y la
capacidad de simulación como típicamente humanos. Sin embargo, esas fronteras son litigiosas, pues bastantes
primates han pasado el test de autorreconocimiento (prueba del espejo ideada en 1970 por el psicólogo Gordon
Gallup, vid. http://www.youtube.com/ watch?v=W-pc_M2qI74&feature=related). Además, los simios piensan,
hacen y usan objetos que modifican para alcanzar sus fines (http://www.youtube.com/watch?v=fN1PgOeYO6I).
Sabemos también que algunos tienen conductas engañosas o de simulación y que poseen una amplia gama
gestual y de vocalizaciones que les permite comunicarse aunque no hablen como los humanos. Se sostiene que
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