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La conciencia es consecuencia de la percepción sensorial (reflejo
perceptivo → excitabilidad → sensación-paleoconsciente) y condición previa de la
experiencia pensante, es decir, en el cambio evolutivo de la percepción a la
cognición se desarrolla y estructura la conciencia. Por tanto, la conciencia
constituye el puente que permite el paso de los procesos psicológicos
inferiores, que compartimos con el resto de los animales (percepción y memoria),
a los superiores o característicos de nuestra especie (pensamiento y lenguaje).
Filogenética y ontogenéticamente lo primero es la conciencia sensorial (de
lo externo) y posteriormente la conciencia de uno mismo (autoconciencia), pues
la evolución va de lo somático a lo psíquico y no al revés. Eso se comprueba en
algunas especies animales que teniendo una conciencia sensorial primaria y
elemental carecen, sin embargo, de autoconciencia. Por eso, la primera
producción de la conciencia no pueden ser las emociones o los sentimientos (que
llegarán en un estadio posterior y tendrán gran importancia) sino algo mucho
más esencial para la supervivencia: las necesidades y los deseos básicos
(seguridad, alimentación, reproducción).
Si nos preguntásemos cuál es la razón de la conciencia, su porqué, nuestra
respuesta sería: es el resultado de un proceso evolutivo gradual (a mayor
complejidad cerebral más conciencia) que conduce a la cognición, cuyo fin es
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mejorar las capacidades de adaptación y supervivencia de nuestra especie.
A medida que el concepto de conciencia se depura o intelectualiza apunta al
conocimiento interno o reflexivo de las cosas, los actos y sus consecuencias. Por
eso la conciencia sirve para el análisis de la realidad y de los hechos.
Desde el momento en que la conciencia se hace más cognitiva e introspectiva, el
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humano es consciente de sus decisiones y conductas desadaptativas/erróneas y
procura rectificarlas o superarlas, pero a veces es demasiado tarde o incluso
existe algún grado de conciencia de sí mismo en primates superiores sociales y algunos macacos, perros,
determinados cetáceos como delfines o ballenas e incluso en los elefantes; llama la atención que todas las
especies citadas son sociales y tienen fuertes estructuras jerarquizadas, con lo que cabría subrayar una posible
relación filogenético-causal entre sociabilidad y mayor grado de conciencia (siendo ésta superior, por tanto, en el
interactivo bonobo que en el solitario orangután arborícola). Damasio propone valorar las emociones y los
sentimientos como un signo revelador de la conciencia y apunta como altamente probable su existencia en no
humanos: “Considerar como un signo de que la conciencia no anda muy lejos cualquier manifestación de
comportamiento animal que haga pensar en la presencia de sentimientos”. Damasio, A. (2010). Y el cerebro creó
al hombre. Barcelona: Ed. Destino, pp. 256, 263, 264.
Vid. también la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia de 7 de julio de 2012 en:
http://fcmconference.org/img/CambridgeDeclarationOnConsciousness.pdf. Texto traducido al español en:
http://www.revolucionnaturalista.com/2012/08/declaracion-de-cambridge-sobre-la.html.
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“Si [la conciencia] no tuviese una función de supervivencia, no habría evolucionado”. Gregory, R., en Blackmore, S.
(2010). Conversaciones sobre la conciencia. Barcelona: Ed. Paidós, p. 153. [Se trata de un texto coordinado por su
autora en el que diversos especialistas analizan la conciencia].
9 En español “conciencia” y “consciencia” son términos sinónimos. Sin embargo, podemos distinguir entre
conciencia (sin s) que es la función cerebral básica, y consciencia (con s) que es el estado (dícese por ejemplo de la
obnubilación o deterioro de la consciencia) derivado de la existencia de la función previa denominada conciencia.
308| Pedro Rocamora García-Valls