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conciencia pues ésta no tiene un marcador diferencial, “por ello no es posible poner
una laminilla de conciencia en la platina de un microscopio para observarla o
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manipularla” (Pinillos ).
“Muchos científicos están buscando áreas o patrones de actividad
neural que correspondan a experiencias conscientes particulares. Por
ejemplo, se pueden usar escáneres cerebrales o registros de células
individuales para descubrir qué neuronas o áreas cerebrales están activas
cuando una persona dice ver un estímulo determinado o tiene una sensación
particular. Para algunos, este enfoque promete revelar las causas o la
localización de la conciencia en el cerebro, pero para otros esta idea es
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ilusoria” .
En esa misma línea está Restak, para quien:
“No hay un ‘centro’ de la experiencia consciente. En vez de residir
en un lugar específico del cerebro, la conciencia requiere de la acción
coordinada de varias áreas distribuidas por todo el cerebro (…) Entre las
áreas del cerebro importantes para la conciencia, la corteza prefrontal y la
circunvolución del cíngulo anterior desempeñan funciones
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prominentes” .
Hasta donde hoy sabemos, desde el punto de vista neurofisiológico las
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zonas córtico-subcorticales constituyen el substrato de la conciencia. Es decir,
29 Pinillos, J. L. (2007). ¿Qué quiere decir realidad? Discurso en la RACMYP. Madrid: Ed. Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, p. 29.
30 Blackmore, S. (2010). Ob. cit., p. 353.
31 Richard Restak, presidió la Asociación Neuropsiquiátrica de EE.UU. y es autor entre otras de la siguiente obra, de
donde está tomada la cita anterior: Restak, R. (2013). Mente. Barcelona: Ed. Ariel, p. 56. En dicho texto sugiere la
asociación de la conciencia con el hemisferio generalmente dominante por su relación con el lenguaje.
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Las áreas corticales se localizan en la corteza prefrontal. Ésta comunica con estructuras subcorticales (tálamo,
hipotálamo, hipocampo, amígdala, etc., implicadas entre otras cosas en las emociones). La corteza prefrontal
parece tener una función integradora (a través de un complejo sistema de conexiones) de otras áreas corticales y
subcorticales, y un papel decisivo en los procesos cognitivos. “La corteza prefrontal (parte del lóbulo frontal anterior
a la corteza motora clásica) se divide en tres partes fundamentales: campos oculares frontales, relacionados con la
dirección de la atención espacial; corteza lateral frontal, relacionada con la planificación y el establecimiento de
prioridades; corteza orbital frontal, relacionada con las funciones emocionales y motivacionales (…) El principal
sistema neuroanatómico relacionado con la conciencia es la formación reticular, llamada así por su estructura en
retículo, con fibras orientadas transversal y longitudinalmente, entrecruzadas y que encierran diferentes grupos
celulares. Se extiende desde el tallo encefálico bajo, atraviesa el mesencéfalo y el tálamo, y se difunde por la corteza
cerebral (…) A pesar de todo, conviene insistir en que la formación reticular, por sí sola no determina la conciencia.
Esta viene generada por la interacción de diversas estructuras (corteza, tálamo, formación reticular) y diversos
factores humorales, endocrinos, sensoriales, etc.” (Eguíluz y Segarra, 2005. Ob. cit., pp. 14-15). López-Ibor et al.
(1999, p. 235) subrayan también el papel de la formación reticular y de la corteza cerebral en la conciencia: “El
sistema activador reticular es un conjunto de neuronas polisináptico y la corteza de asociación polimodal es solo el
final de una larga secuencia de asociaciones córtico y subcorticales. Las lesiones que afectan a esas estructuras
causan trastornos de la conciencia, por lo que la formación reticular troncoencefálica y sus núcleos talámicos
relacionados son considerados como sustrato de la conciencia”. No obstante lo expuesto, la localización de la base
neurofisiológica de la conciencia es problemática; las posturas doctrinales tienden a coincidir en que la función
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