Page 209 - Anales 2-2 -2017
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La culpa, tanto interna como por imputación externa y en sus expresiones

                  máximas, ha tenido a lo largo del tiempo consecuencias letales de tres tipos:
                  autocastigo psicológico (versus  suicidio), heterocastigo jurídico (vs. pena de
                  muerte) y culpabilización social (estigmatización vs. genocidio).

                         Desde el momento que la conciencia moral se vincula a una  culpa
                  desbordada hay muchas posibilidades de que aquella se vuelva psicopatogénica. La
                  culpa  puede  terminar  convirtiéndose  en:  a)  un  instrumento  de  presión, al
                  servicio de distintos poderes 102 , para controlar y someter, b) una fuente de graves,
                  y a veces irreversibles, trastornos psíquicos.

                         Cuando la conciencia se extralimita en su función, conduce a un estado en el
                  cual el sujeto pierde el control consciente por sobreactivación   103  (ejemplo,  brote
                  maníaco  en  el  trastorno  bipolar).  La  hipertrofiada conciencia  de culpa-angustia
                  alteraría la normal función conciencia generando una crisis aguda. En estos casos
                  estaríamos ante la aparente paradoja de que la excesiva conciencia conduce a la
                  inconsciencia del propio sujeto (perdida de la  relación con la realidad y  con sus
                  propios actos) tan característica de los estados psicóticos.


                         Es decir, las denominadas enfermedades mentales se desencadenan a partir
                  de  la  aparición  filogenética 104   de  la  conciencia  (pues  la  conciencia  va  unida

                  evolutivamente a la propia condición humana y es  requisito previo tanto de la
                  razón  como  de  la  locura),  y  más  concretamente  desde  la  consolidación  de  la
                  conciencia moral hipertrofiada de culpa-angustia. Sin conciencia no puede haber
                  proceso cognitivo ni trastorno 105 .

                         La  identidad  se  construye  socialmente, y  puesto  que  la  genética  no  ha
                  demostrado  la  existencia  de  un  gen  de  la  culpa,  cabe  constatar  desde  la
                  perspectiva de la neurociencia, que no hay una culpa ancestral, innata, genética u
                  originaria, y, en consecuencia, el hombre no nace con ninguna culpa heredada.





                  102
                     “Mediante la moral, diría un hipercrítico, el sujeto interioriza la tiranía ambiental. Reproduce en su interior la
                  tiranía del superego y colabora así en los sistemas de poder. Todos los sistemas dictatoriales han pretendido
                  imponer una moral (…) Parece que la moral –que debería conducirnos a la libertad– se convierte en la herramienta
                  más sutil, más taimada y más eficiente del poder”. Marina, J. A. (2008). La pasión del poder, teoría y práctica de la
                  dominación. Barcelona: Ed. Anagrama, p. 110.
                  103  Esa sobreactivación de la conciencia impediría su correcta función.
                  104  Por eso los conflictos psicosociales que pueden producirse en algunas especies de primates, como bien conocen
                  los etólogos (crisis de pánico individuales o colectivas, angustia predictiva, miedo anticipatorio, conductas simil-
                  paranoides, mecanismos de exclusión etc.), parecen apuntar a rasgos de diversos trastornos, es decir, a la aparición
                  filogenética de una conciencia que no se observa en especies más primarias evolutivamente donde lo instintivo
                  todavía prevalece sobre lo psicosocial.
                  105  La conciencia es requisito previo que posibilita la cognición y el pensamiento abstracto, pero eso también lleva
                  asociado el “peaje evolutivo” de los trastornos mentales. Es decir, sin conciencia ni hay conocimiento ni tampoco
                  locura.

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