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La culpa, tanto interna como por imputación externa y en sus expresiones
máximas, ha tenido a lo largo del tiempo consecuencias letales de tres tipos:
autocastigo psicológico (versus suicidio), heterocastigo jurídico (vs. pena de
muerte) y culpabilización social (estigmatización vs. genocidio).
Desde el momento que la conciencia moral se vincula a una culpa
desbordada hay muchas posibilidades de que aquella se vuelva psicopatogénica. La
culpa puede terminar convirtiéndose en: a) un instrumento de presión, al
servicio de distintos poderes 102 , para controlar y someter, b) una fuente de graves,
y a veces irreversibles, trastornos psíquicos.
Cuando la conciencia se extralimita en su función, conduce a un estado en el
cual el sujeto pierde el control consciente por sobreactivación 103 (ejemplo, brote
maníaco en el trastorno bipolar). La hipertrofiada conciencia de culpa-angustia
alteraría la normal función conciencia generando una crisis aguda. En estos casos
estaríamos ante la aparente paradoja de que la excesiva conciencia conduce a la
inconsciencia del propio sujeto (perdida de la relación con la realidad y con sus
propios actos) tan característica de los estados psicóticos.
Es decir, las denominadas enfermedades mentales se desencadenan a partir
de la aparición filogenética 104 de la conciencia (pues la conciencia va unida
evolutivamente a la propia condición humana y es requisito previo tanto de la
razón como de la locura), y más concretamente desde la consolidación de la
conciencia moral hipertrofiada de culpa-angustia. Sin conciencia no puede haber
proceso cognitivo ni trastorno 105 .
La identidad se construye socialmente, y puesto que la genética no ha
demostrado la existencia de un gen de la culpa, cabe constatar desde la
perspectiva de la neurociencia, que no hay una culpa ancestral, innata, genética u
originaria, y, en consecuencia, el hombre no nace con ninguna culpa heredada.
102
“Mediante la moral, diría un hipercrítico, el sujeto interioriza la tiranía ambiental. Reproduce en su interior la
tiranía del superego y colabora así en los sistemas de poder. Todos los sistemas dictatoriales han pretendido
imponer una moral (…) Parece que la moral –que debería conducirnos a la libertad– se convierte en la herramienta
más sutil, más taimada y más eficiente del poder”. Marina, J. A. (2008). La pasión del poder, teoría y práctica de la
dominación. Barcelona: Ed. Anagrama, p. 110.
103 Esa sobreactivación de la conciencia impediría su correcta función.
104 Por eso los conflictos psicosociales que pueden producirse en algunas especies de primates, como bien conocen
los etólogos (crisis de pánico individuales o colectivas, angustia predictiva, miedo anticipatorio, conductas simil-
paranoides, mecanismos de exclusión etc.), parecen apuntar a rasgos de diversos trastornos, es decir, a la aparición
filogenética de una conciencia que no se observa en especies más primarias evolutivamente donde lo instintivo
todavía prevalece sobre lo psicosocial.
105 La conciencia es requisito previo que posibilita la cognición y el pensamiento abstracto, pero eso también lleva
asociado el “peaje evolutivo” de los trastornos mentales. Es decir, sin conciencia ni hay conocimiento ni tampoco
locura.
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