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9. CREENCIAS, SU CONCEPTO Y RELACIÓN CON LA PSIQUIATRÍA


                         En  páginas  anteriores  nos  preguntábamos  por  qué  surge  la  conciencia y

                  decíamos que  respondió evolutivamente a necesidades de supervivencia y
                  adaptación.  Sin  embargo,  no  nos  hemos  planteado  cómo  se  manifiesta  la
                  conciencia humana. La respuesta a tan compleja cuestión se sitúa en el momento
                  evolutivo en que nuestra especie comienza a sustituir las prefijaciones genéticas
                  (instintos-automatismos) por conductas adaptativas aprendidas.

                         Evidentemente  lo  anterior  corresponde  a  una  fase  filogenética  muy
                  primaria y casi común con los primates. Pero hay “algo” que llevará (a través de
                  un largo proceso) a la conciencia reflexiva humana: la duda.

                         La duda conduce a la reflexión, pues si no hay duda no hay reflexión y sin
                  reflexión no hay conciencia. Se reflexiona sobre una opción electiva, entre esto o lo
                  otro, lo cual conlleva necesariamente  dudar.  Por tanto, la duda es uno  de  los
                  primeros preconfiguradores de la conciencia reflexiva. De ahí que sea también un
                  elemento imprescindible de cualquier reflexión, pues toda conciencia reflexiva es
                  conciencia que duda.


                         La duda implica el primer cuestionamiento de las certezas. La conciencia
                  instaura la inseguridad que unida a la insatisfacción del deseo 106  y a la curiosidad
                  simiesca heredada serán los motores de nuestra evolución exploratoria   107 .

                         El primitivo atisbo de conciencia corresponde a un destello de autocrítica
                  producido  por  un  acto  o  error  de  fatales  consecuencias;  aparecen  entonces la
                  duda, la culpa y la angustia frente a la irreversibilidad de lo sucedido.

                                “Lo  propio  de  la  conciencia  moral  es  estar  dividida  y  no  ser
                         espontánea; el yo es a la vez sujeto de su acción y el juez de esta acción, que
                         él aprueba o desaprueba. La conciencia moral, pues, no es un conocimiento
                         del bien y del mal”  108 .


                         La angustia es la señal de alarma de la conciencia que duda (espoleada por
                  la finitud del tiempo vital y la existencia de la muerte) y obliga al hombre a elegir
                  con  posibilidad  de  error  (y  de  culpa);  o  bien,  a  no  elegir  por  miedo a  errar,
                  abstenerse, replegarse sobre sí mismo, y finalmente enajenarse. Debemos insistir
                  en  que,  originariamente,  conciencia  es  incertidumbre,  o  sea  lo contrario de
                  creencia.  Por  tanto, aunque parezca paradójico y contradictorio que habiendo
                  surgido la conciencia vinculada a la duda, al cabo del tiempo, lo que configure la

                  106
                     La satisfacción del deseo siempre es provisional, nunca definitiva, ya que el deseo no puede satisfacerse de una
                  vez y para siempre (en forma permanente e indefinidamente duradera), sino que, al cabo de un tiempo, renace de
                  nuevo (insatisfecho) y vuelve a buscar otro objeto de deseo. Por eso, vivir es desear.
                  107  Y llevaron a nuestra especie desde su origen africano a colonizar los distintos continentes, pues movimiento y
                  expansión son tanto principios del Universo como de la evolución humana.
                  108
                     Caratini, R. (1981). Filosofía y Religión. Barcelona: Ed. Argos-Vergara, p. 74.
                  332| Pedro Rocamora García-Valls
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