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debería ser paralela a la del conjunto de las retribuciones de sus empleados, hecho
que, en términos generales, nadie puede negar, pero el tema es mucho más
complejo de lo que se apunta en este comentario, aunque estemos de acuerdo en el
hecho de que la desigualdad no ha mejorado en el período. (15)
* Pablo R. Suanzes, habitual comentarista de estos galardones, estima que
cuando se conoció que el Nobel había reconocido a un investigador sobre la
desigualdad social, los economistas del mundo entero se pusieron en pie al
comprobar como a un gigante de la Economía, se le reconocía su contribución a la
mejor comprensión de temas como pobreza, renta, bienestar y consumo. Resaltó
algunas cuestiones, tales como: la necesidad de establecer índices que permitieran
comparar niveles de vida en países diferentes; medir la paridad de compra y
comprender lo mejor posible como la demanda de un bien o servicio interactúa
con muchas otras variables, precios, preferencias y cambios al mismo tiempo;
como nos enseña, de forma sencilla, que el progreso evoluciona como nuestro
aprendizaje, a través del sistema de “prueba y error”; la conveniencia de que las
mediciones que se realizan para evaluar si un determinado incentivo funciona en
un grupo de población, comprobarlo en otro u otros, y no en el mismo momento,
sino en otro diferente; como el análisis de los patrones de consumo pueden
sugerirnos pistas relevantes que pongan en perspectiva los estándares de vida, las
diferencias de comportamiento según los niveles de ingresos, en especial, los de los
menos favorecidos; y, finalmente, cuanto se dedica a salud y alimentación, etc. En
definitiva, métodos y estrategias que nos permitan medir cosas que hasta ahora
entrañaban gran dificultad. Y una conclusión fundamental. En contra de lo que se
piensa, que “el dinero da más felicidad”, estima que cuando se superan los 75.000
dólares de ingresos anuales, el bienestar no aumenta de forma clara con la
elevación de la renta. Algo que no compartirá la creencia general. (16)
* Diego Sánchez de la Cruz, por su parte, valora la obra de Deaton “The
great escape.” y destaca que en la misma se rompen tesis habituales de los políticos
de izquierda, afirmando que la evolución de la economía no se desarrolla de
manera equitativa. Considera que el progreso en sí es un factor de desigualdad
porque ni todos los países ni todas las personas lo viven en el mismo grado. Por
otra parte, ensalza el Descubrimiento de América, como un salto adelante digno de
aplauso, ya que las conquistas, en el fondo, estimulaban la movilidad y la
promoción social de las personas afectadas. Y anhela que los progresos en
materia de salud y educación, que ahora llegan primero a los países más ricos,
lleguen a la vez a todos y a precios más asequibles. (17)
* Igualmente, Sánchez de la Cruz, en un trabajo sobre la desigualdad
efectiva en los Estados Unidos de América, y con datos de su Oficina
Presupuestaria, nos ofrece una interesante reflexión que pone en entredicho al
economista Piketty, que mantiene una posición crítica sobre la desigualdad,
concluyendo que:
- Aunque los ingresos de la clase media se estancaron en los últimos treinta
años, ello solo es cierto si se omite el efecto de los impuestos. Cuando se
consideran globalmente impuestos y transferencias fiscales, constata que cada
232| Rafael Morales-Arce Macías