Page 199 - Anales 2-2 -2017
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Todo ello da lugar a un conflicto entre el interés personal y el orden social,

                  el  deseo  y  la  realidad,  la  autodeterminación  y  la  imposición,  la  reacción  o la
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                  resignación, el poder  o el sometimiento ,  la  complacencia o la disidencia, la
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                  normalidad   o  la  heterodoxia.  Dicho  conflicto  lo  “resuelve”,  dependiendo  de  la
                  configuración  mental  de  cada  sujeto,  “el  melancólico  con  el  suicidio,  el
                  esquizofrénico  con  un  sistema  delirante,  el  neurótico  con  sus  inhibiciones,  el
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                  psicópata con sus violaciones del orden” .
                         Ese sentimiento de culpa (del que cabe una toma de conciencia a priori y a
                  posteriori del hecho culpabilizador), en algunos casos, conduce a la neurosis, pues
                  “en el carácter del neurótico obsesivo se destaca el rasgo  de los penosos
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                  escrúpulos de la conciencia moral” , o al monoideísmo de culpa sintomático del
                  síndrome depresivo.

                         Platón –en su Apología de Sócrates– relata que este desde niño escuchaba
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                  una  “voz  demoníaca”  en  su  interior,  “el  demonio  de  Sócrates” ,  siempre  de
                  carácter prohibitivo, identificable con su conciencia moral.


                         El debate principal sobre la conciencia moral ha sido si es innata (innatismo
                  moral) o adquirida, impersonal o personal, irracional (previa a la razón) o racional
                  (consecuencia de ella). A partir de Kant, la conciencia tiende a interpretarse como
                  una facultad que juzga la moralidad de nuestras acciones, si bien no coincidimos
                  con él en que exista una ley moral escrita a priori en la conciencia de cada sujeto,
                  pues entendemos que la conciencia moral se configura en un contexto social.

                         Desde  una  concepción  psicoanalítica,  conciencia  moral  es  la  percepción
                  interior de la repulsa de determinados deseos.




                  cada acontecimiento el sello de un sonido y con esto se lo apropian, por así decirlo”. Nietzsche, F. (2005). La
                  genealogía de la moral. Madrid. Ed: Alianza. p. 38.
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                    Antropológicamente, el objetivo psicosocial de gran parte de los grupos de poder es lograr el sometimiento
                  eliminando la disidencia interna y la competencia externa. En términos etológicos, establecer una jerarquía estable
                  de dominación intraespecífica y un “orden de picoteo”.
                  63  Puesto que no hay marcadores neurobiológicos caracterizadores de todos los trastornos mentales, el diagnóstico
                  depende del consenso social sobre lo que se entiende por “normal”.
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                    López-Ibor et al. (1999). Ob. cit., p. 117, donde además señala: “Los enfermos mentales se enfrentan a problemas
                  filosóficos: el melancólico[depresivo] con el sentido de la muerte y la destrucción, el esquizofrénico con el de la vida,
                  la creación, la naturaleza, el neurótico con el del sentido de la propia existencia, el psicópata con el del orden social,
                  etc.”.
                  65
                    Freud (1913). Tótem y tabú. Vol. XIII, p. 74.
                  66  Si un paciente pronuncia frases delirantemente brillantes con una cierta obsesión por el sentido de la vida, refiere
                  que escucha voces en su cabeza procedentes de un diablo interior, habla mucho pero jamás escribe, afirma en
                  paradoja escindida “solo sé que no sé nada”, y, finalmente, esos síntomas psicóticos culminan en suicidio, cabe
                  suponer que estamos ante el historial clínico de alguien con caracteres esquizofrénicos; aunque fuese Sócrates. La
                  reflexión anterior, puede llevar a preguntarnos por el estado mental de relevantes líderes y personalidades de la
                  Historia. Posiblemente el análisis psicológico nos conduciría a encontrar, en bastantes de ellos, marcados rasgos
                  narcisistas, neurótico-obsesivos, esquizo-paranoides (con la “certeza” del  psicótico),  megalomaníacos,
                  sadomasoquistas, o con delirios mesiánicos y diversos cuadros alucinatorios.

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