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valores jurídicos normativizados, es decir, positivizados  130  en la norma (todo ello

                  como  consecuencia  del  contrato  social,  y  de  los  principios  de  soberanía y
                  seguridad jurídica).

                         En síntesis, “nuestras creencias condicionan nuestras ideas y emociones”
                  (Elizalde, 2013, p. 81), y, puesto que tanto las creencias como los valores no son
                  genéticos,  sino  consecuencia  del  aprendizaje,  es  posible  modificarlos o
                  cambiarlos. Es decir, los circuitos eléctricos que configuran nuestra mente no son
                  inmodificables ni rígidos sino que cambian (plasticidad cerebral). Quizá por eso,
                  desde el punto de vista de la neurociencia, las creencias y los valores no son los
                  mismos siempre ni iguales para todos (eso  constituye la base del derecho  a  la
                  diferencia), y por tanto no son absolutos, eternos ni inmutables.



                  11. MODULACIÓN DE LA CONCIENCIA



                         Como  ya  se  ha  señalado en  los  apartados  anteriores,  es  patente  que  la
                  conciencia  tiene  una  base  fisiológica pero  una  configuración social,  sin  que ello
                  rompa  su  unidad  biológico-social-histórica.  Esa  naturaleza  psicosocial  de la
                  conciencia o  conciencia  social  (la  conciencia es  individual pero  se construye
                  socialmente) se produce en nuestra  relación con los otros; eso  hace que la
                  conciencia sea modulable.

                         La conciencia se altera por causas endógenas (como son las distintas
                  patologías neurológicas) y por factores exógenos.  De hecho nuestra especie ha
                  buscado  siempre  lograr  estados  excepcionales  de  conciencia,  y  lo  ha  hecho
                  fundamentalmente por cuatro procedimientos:

                         1.     Utilización y/o consumo de las más diversas sustancias (hongos como
                         el peyote rico en mescalina que es  alucinógena, ayahuasca, alcohol, LSD,
                         cannabis, cocaína etc.).


                         2.     Reducción  de  la  actividad  física  y  cerebral  por  medio  de  la
                         relajación profunda,  contemplación,  meditación,  yoga,  ayuno  prolongado,
                         aislamiento y silencio impuestos, etc.

                         3.     Sobreactivación  física  y/o  cerebral,  es  decir,  por  hiperventilación,
                         actividad,  danzas,  movimientos;  a  veces  la  inducción  aparece  asociada a
                         determinadas prácticas folclórico-rituales como macumba, obeah,
                         umbanda, candomblé  o mediante sobreestimulación sensorial (música,
                         luces).

                  130  Ya que “los valores son cualidades ideales, porque carecen de corporalidad” –Ferrater–, su positivización los
                  hace salir de la abstracción y del subjetivismo, los convierte en objetivos, ciertos y determinados, esgrimibles
                  jurídicamente, y consolida, a este respecto, su eficacia y seguridad jurídicas.

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