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especie (Hiramoto, 1962). Posteriormente a Uehara y Yanahimachi (1976), al
trabajar con hámster, se les atribuye el primer experimento de ICSI en mamíferos.
Sin embargo no fue hasta 1988 cuando se obtuvo por primera vez descendencia
viva como producto de ICSI en conejos (Hosoi y cols., 1988) y dos años más tarde
se consiguió el nacimiento de terneros vivos (Goto y cols., 1990).
Las primeras gestaciones en humanos producto de la ICSI, se obtuvieron en
1992 con el nacimiento de los primeros bebés. Esta técnica es considerada una de
las mayores innovaciones en el campo de la reproducción asistida en la especie
humana (Palermo y cols., 1992), aunque poco tiempo después Tesarik y cols.,
(1995; 1996) abrieron nuevas perspectivas al conseguir las primeras gestaciones y
nacimientos tras la inyección (mediante ICSI) de espermátidas.
En ovino, fueron Clarke y cols., (1988) quienes aplicaron la ICSI por primera
vez, observaron que la inyección de un espermatozoide completo o un núcleo
espermático daba lugar a la formación de pronúcleos y la subsecuente división;
Catt y Rhodes, (1995) demostraron que los ovocitos de ovino fertilizados por ICSI
alcanzaban el estadio de mórulas y blastocistos, y un año más tarde Catt y cols.,
(1996) obtuvieron el primer cordero macho producto de fecundar por ICSI, con un
espermatozoide sexado, un ovocito madurado in vitro.
Una variante muy importante del uso de esta técnica es la microinyección
pronuclear, que fue la primera técnica diseñada específicamente para la
transferencia de genes en la producción de animales transgénicos. La
microinyección pronuclear ha generado con éxito animales transgénicos en una
amplia variedad de especies de mamíferos, tales como: ratones, cerdos, ovejas,
conejos, ratas, cabras y vacas (Wall, 2002).
12. CRIOPRESERVACIÓN DE OVOCITOS Y EMBRIONES
La criopreservación de ovocitos y embriones de mamíferos, hoy en día,
se ha convertido en parte integral de la reproducción asistida, principalmente en
especies domésticas (Leibo y cols., 1996) y, en un apartado muy especial, en
humanos. Almacenar por debajo de la temperatura crítica de -130°C da lugar a la
preservación de células y tejidos por un periodo de tiempo aparentemente
indefinido, sin disminuir su viabilidad. Esto se demuestra por la ausencia del
aumento de incidencias de defectos, tanto genéticos como epigenéticos, en un gran
número de animales domésticos nacidos de embriones o de espermatozoides
mantenidos por décadas en nitrógeno líquido. Se sabe, por el contrario, que los
acontecimientos que ocurren a temperaturas ultrabajas y el posterior
calentamiento pueden causar lesiones letales o subletales. (Coticchio y cols., 2004).
Ya en 1963, Mazur manejaba una teoría para explicar la muerte de las células
expuestas a temperaturas subcero, atribuyendo los daños a la posibilidad de que el
152| Emilio Espinosa Velázquez

