Page 37 - Historia "nobelada" de la Genética
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controlaban el proceso, llevándoles a enunciar en 1941 su teoría “un gen-una enzima”, de

               fundamental transcendencia para el ulterior desarrollo de la Genética (Beadle and Tatum,
               1941; Beadle, 1946).


                      Cuando Beadle recibió el premio Nobel en 1958 dijo en su discurso: “…Primero en
               Drosophila y luego en Neurospora, nosotros hemos redescubierto lo que Garrod había visto

               tan claramente hace tantos años. Nosotros conocíamos su trabajo y éramos conscientes de

               que poco, si algo, habíamos añadido en principio. Estábamos trabajando con un organismo
               más  favorable  y  éramos  capaces  de  producir,  casi  a  voluntad,  errores  congénitos  del

               metabolismo para casi cualquier reacción química cuyo producto podía ser suministrado a

               través del medio. Así, fuimos capaces de demostrar que lo que Garrod había mostrado para
               unos pocos genes y unas pocas reacciones químicas en el hombre, era cierto para muchos

               genes y muchas reacciones en Neurospora”. Se había hecho justicia con Garrod.

                      Una  vez  aceptada  la  hipótesis  “un  gen-una  enzima”  quedaba  por  resolver  si  la

               relación  entre  ambas  unidades  (genética  y  fisiológica,  respectivamente)  consistía

               simplemente en que el gen permitía o impedía la actividad de la enzima o si, por el contrario,
               existía algún tipo de relación informacional entre el gen y la enzima; es decir, si el propio

               gen llevaba información sobre la estructura y, por consiguiente, especificidad de la enzima

               (ver Lacadena, 1988).

                      El conocimiento de las propiedades de las proteínas, tales como que la movilidad

               electroforética de la hemoglobina normal y falciforme (y, por tanto, su estructura) está bajo
               control genético (Pauling et al., 1949) que sus propiedades específicas están determinadas

               por la secuencia definida de aminoácidos (Sanger, 1955, en la insulina) y que la mutación

               falciforme sólo supone el cambio de un aminoácido en la hemoglobina normal (Ingram,
               1956) llevó a la conclusión de que un gen podía determinar la estructura específica de una

               proteína.

                      Todos estos datos, unidos al conocimiento que ya se tenía sobre la estructura del

               ADN, permitieron a Crick sugerir en 1958 su genial hipótesis de la secuencia enunciada en

               los términos siguientes: “existe una relación entre la ordenación lineal de los nucleótidos
               en el ácido nucleico y la de los aminoácidos en las proteínas”. La hipótesis era tan sugestiva

               y, por otro lado, tan congruente con los datos genéticos conocidos hasta la fecha que nadie
               dudó de ella y se aceptó, sin ningún tipo de reservas, como punto de partida para ulteriores

               investigaciones, las cuales culminaron con el descubrimiento de los fenómenos genéticos

                HISTORIA “NOBELADA DE LA GENÉTICA” (1900-2016)                                         37
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